Domingo 14 de Febrero, 2016 a las 20:21 Comunale Sport & Legal
Cuando tienes más de trescientos millones de habitantes, el PIB más alto del mundo, un envidiable sistema de promoción del deporte escolar y universitario, y además tu selección femenina ha ganado la última Copa del Mundo, la respuesta debería ser afirmativa. Sin embargo, la experiencia nos ha demostrado que el americano es un mercado extremadamente complejo y todos sabemos que anteriores intentos de implantar el fútbol en EEUU no consiguieron el resultado esperado.
Desde este verano, la Liga de Fútbol Profesional se ha embarcado en un proyecto de promoción del campeonato español en todos los mercados emergentes, incluyendo los EEUU. Otras ligas, como la inglesa, también han conseguido atraer la atención de los grandes medios de comunicaciones estadounidenses. Y a nivel doméstico, la Major Soccer League lucha por despertar el interés del espectador.
No obstante, estas señales positivas no pueden hacernos olvidar que, en ocasiones anteriores, se intentó asentar el fútbol como alternativa a los deportes tradicionalmente seguidos por el espectador norteamericano (football, baloncesto y beisbol, fundamentalmente) y el resultado fue desalentador. Y ello a pesar de que se hizo una importante apuesta por el llamado “soccer”, que incluía la llegada de grandes estrellas del fútbol mundial (bien es cierto que en clara decadencia), como Pelé o Beckenbauer. Veinte años después, ni siquiera la organización de la Copa del Mundo en 1994 consiguió que el fútbol levantara el vuelo en EEUU.
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Analizados con la perspectiva que da el paso del tiempo, los motivos para ese fracaso fueron diversos, pero tuvieron en común la barrera provocada por las peculiaridades de la cultura deportiva estadounidense:
¿Nueve meses? Demasiado largo.
Sólo la NBA tiene capacidad para tener un campeonato tan prolongado. Y en muchos casos, no consigue enganchar al espectador hasta que no se acerca el final de la liga regular y se juegan los play-offs por el título. Los otros dos grandes deportes se reparten la temporada: el football es el deporte del invierno y el beisbol el del verano. Y nunca, nunca, se superponen. Las cadenas de televisión nunca lo permitirían.
¿Cómo que mi equipo ha descendido?
La estructura de las grandes competiciones en EEUU se basa en un sistema de franquicias. Las ligas están cerradas, no hay ascensos y descensos, sólo un campeón y muchos perdedores. En el peor de los casos, el dueño se lleva el equipo a otra ciudad, pero nunca baja de categoría. Así se asegura la rentabilidad de la inversión.
¿Catenaccio? Me aburro…
Los deportes que dominan el panorama deportivo en EEUU destacan por sus marcadores altos: 112-97, 47-28 o 12-8 no son la combinación de una caja fuerte, sino los tanteos habituales de un partido de baloncesto, football o beisbol, respectivamente. Cuando los norteamericanos empezaron a ver fútbol, se encontraron con partidos de 90 minutos que acababan 1-0!!!!
The winner takes it all.
La cultura deportiva en EEUU va unida a la cultura empresarial, a la educativa, etc: competitividad y ansia de triunfo. El esfuerzo debe tener una recompensa. ¿Qué es eso del empate? Siempre debe haber un ganador.
Tengo hambre, ¿cuándo ponen anuncios?
Si algo tienen en común los grandes deportes americanos es la estructura de sus partidos: acciones cortas y espectaculares, que levantan del asiento al espectador… y ya que está de pie, se acerca al bar y pide algo de comer. Puede hacerlo porque el partido se detiene continuamente. Mientras, las televisiones hacen caja con la publicidad. Para los americanos, el deporte siempre ha sido negocio. ¿Cómo le vendes el producto a la televisión si no lo puede hacer rentable? ¿Os imagináis al espectador yankee en su casa, esperando 45 minutos para ir al baño? ¿Y al público del estadio, que quiere tomarse una hamburguesa y un refresco, pero el juego no se detiene? En EEUU, los bares de los grandes estadios y pabellones tienen una tele que te permite seguir viendo el partido, mientras decides si quieres kétchup o mayonesa…
Una imagen vale más que mil palabras. ¿Quién no recuerda esta escena?
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Los organizadores del campeonato local norteamericano han corregido algunos de esos inconvenientes, y ahora la liga es más corta y cuenta con un sistema de franquicias. Aunque otros tienen difícil solución (¿veremos tiempos muertos en el fútbol?), los actuales síntomas son muy esperanzadores:
Las televisiones ganaron mucho dinero durante la retransmisión de la Copa del Mundo femenina de 2015, lo que demuestra que el espectador norteamericano se está adaptando al formato del fútbol y lo hace rentable para las cadenas. De hecho, las audiencias fueron bastante altas (con más telespectadores que la final de la liga de hockey, por ejemplo).
A los niños estadounidenses les gusta ver y jugar al fútbol. El futuro es prometedor.
Las franquicias de fútbol están ganando seguidores y cada vez va más público a los estadios (más de 20.000 espectadores de media por partido en esta última temporada).
El fútbol europeo tiene cuotas de audiencia más altas. Al público estadounidense le atraen cada vez más la Premier League y La Liga.
El crecimiento de la población hispana hace que aumenten los seguidores del soccer.
A pesar de que la importación de estrellas como polo de atracción fracasó en los años setenta, parece que esta vez está funcionando mejor. El efecto Beckham es infalible.
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Como conclusión, parece que hay señales que indican que, en esta ocasión, el fútbol puede sembrar raíces en Norteamérica. En lo que respecta a la liga española, Raúl González, nombrado embajador de la misma allí, tendrá un duro trabajo para promocionar nuestro campeonato: si bien contará con la simpatía del espectador hispano, en EEUU tienen claro que no pueden encasillar el fútbol como un deporte sólo para latinos, y el espectador anglosajón podría sentir más afinidad por el campeonato inglés antes que por el español. Habrá que estar atentos al futuro, porque el avance del fútbol en otros mercados, como China, ya es imparable.